Del mismo modo, la discriminación por discapacidad puede estar dentro del colectivo LGTBI. En los espacios de ocio e, incluso, en las manifestaciones reivindicativas del Orgullo, también falta inclusión. “No tienes acceso, porque no están correctamente adaptados. La accesibilidad está para cumplir la mínima normativa que se exige, pero no para cubrir una necesidad real”, lamenta Enrique Bernabeu.
Por eso, Mayka Hidalgo prefiere ir cada año a la marcha del Orgullo Crítico: “Es un entorno más seguro, ponen a personas que interpretan en lengua de signos y suelen intentar que el recorrido sea más o menos accesible. La manifestación del 9 de julio es más agobiante y no tiene tanto en cuenta esas realidades distintas a la mayoría”.
Por su parte, Ángeles Blanco sabe bien de las diferencias en el trato, puesto que se identifica como lesbiana y se relaciona con mujeres desde antes de que adquiriera la discapacidad. “Ahora se me percibe por parte de las mujeres como una potencial carga”, compara. También se ve obligada a dar un “detalle absoluto” de sus circunstancias en las primeras citas y hay quien “desaparece y ya está” al enterarse de su enfermedad. Es habitual también que se le presuma “asexuada” o incapaz de mantener relaciones sexuales.
“Es como si hubiera pasado a ser una persona distinta y eso no es así. Es innegable que la discapacidad tiene impacto en mi vida, pero sigo siendo la misma persona, con los mismos deseos, gusto y preferencias”, reivindica